miércoles, 5 de noviembre de 2008

Confianza policial: Busca en el agua y en los matorrales




“¿Y por qué es que se desaparecen?                                              Porque no todos somos iguales.”                        Desaparecidos, Rubén Blades

“Los niños se disfrazan para la ocasión y pasean por las calles pidiendo dulces de puerta en puerta”.          Halloween en Wikipedia 

Recién pasó el día de las brujas o el día de todos los Santos. Depende como se vea. La jornada de las brujas y de los atuendos que se hacen evidentes en un país que vive disfrazado. Con ministros de Guerra de apellido Santos.  

Recientemente, también, destituyeron a una veintena de militares implicados en actos sombríos sin poder apelar a que era por el Halloween. Hasta renunció el general Montoya, antes arropado con las dulces telas de las victorias militares. Quienes sucumbieron tentados ante posibilidades de trabajo, encontraron la muerte disfrazados de guerrilleros en combate, de falsos positivos y de recompensas en bolsillos camuflados. Disfrazados también, gracias a los titulares de prensa, pasarán a la historia como los desaparecidos de Soacha.

Hace tiempo ya, conversaba sobre la confianza que inspiran los camuflados oficiales, aquellos que deberían detentar el monopolio legítimo de las armas. ¿Alguna vez han sentido el brazo protector los cuerpos militares del Estado? Algunos nos declaramos huérfanos. Más allá de alguna información casual, la ubicación de la salida o de los baños, no tenemos recuerdo de una requisa amable o de un tierno empujón mientras se hace una fila.

Otros manifiestan sí haberlo sentido. Ella, en una ocasión, acompañando a un extranjero por las calles históricas del centro de la ciudad, recibió la ayuda de un par de policías, quienes amablemente los acompañaron en la ronda fotográfica. Incluso facilitaron la entrada a la Catedral Primada. Él, quien como funcionario de la procuraduría, departió alegremente en un almuerzo con militares y policías.

En ninguno de los dos casos eran ciudadanos del común. En uno, la acompañante de un extranjero, y en el otro, un funcionario público. He hablado con policías, con militares y uniformados, personas con necesidades y aficiones. No dudo que muchos cumplan su labor y que hasta tengan buenas intenciones. De qué los hay los hay. Sin embargo, me pregunto, ¿cuáles serían los resultados de una encuesta de opinión sobre la policía y el ejército, adalides de la política de seguridad democrática y cuyo prontuario se remonta siglos y palacios de justicia atrás?

El aura institucional de las fuerzas militares es un óxido que corroe cualquier posibilidad de confianza. Los héroes de la patria disfrazados de verdugos. ¿O verdugos disfrazados de héroes de la patria? Juzguen ustedes.


Adenda: En el cierre del Festival Rock Al Parque, realizado en el parque Simón Bolívar de Bogotá, el Sargento García de Francia, entonó la canción “Desaparecidos” de Rubén Blades. Como parte de una multitud bajo la lluvia y sobre el barro, ¿hacia dónde se debe dirigir la mirada?

Nicolás Cárdenas Ángel                                                                                nicolas08@gmail.com

 

 

 

 

2 comentarios:

.......... dijo...

Pues en el Chocó tuve la oportunidad de estar cerca de las "fuerzas del orden" por una parte las personas con las que viajaba por el Atrato se oponían fuertemente a la presencia del ejército en los pueblos, entre otras cosas porque su cercanía con algunos habitantes en las zonas más conflictivas convertía a estos últimos en objetivo militar de la guerrilla. Sin embargo, hay una percepción general de seguridad en tanto, al menos hasta hace poco, no había tanto acoso de la guerrilla y se veía a los agentes de la "seguridad democrática" haciendo retenes en los pueblos ribereños y transitando permanentemente por ciertos tramos del río. A pesar de ello los soldados siguen entrando a los pueblos y por lo general son bien recibidos por la gente. En una de las cabeceras municipales hay estación del ejército y la policía, casi se ven más uniformados que civiles (pues es un pueblo de muy pocos habitantes) y allí estuve conversando con un soldado...me impresionó su prepotencia e incluso sus posiciones racistas frente a la población negra, pero sobre todo frente a la población indígena a la que se refería muy despectivamente y con mucha desconfianza. También me tocó sentir bastante el machismo militar que más que hacerme sentir protegida me hizo sentir intimidada. En Quibdó me tocó estar de cerca con algunos miembros de la policía, amables, pero también por estar allá no dejaba uno de sentir un ambiente de desconfianza por las posibles acciones de vigilancia que podían estar llevando a cabo estratégicamente, no tanto conmigo, sino con mis compañeros de viaje, personas que trabajan con población vulnerable. Ahora parece que la percepción de seguridad puede estar llegando a su fin, últimamente ha habido algunos ataques de la guerrilla. En fin, lo siente uno distinto fuera de Bogotá, ya no mucha seguridad, no muy democrática y más bien acompañada de mucha zozobra.

Lucas Peña dijo...

Mire, yo realmente lamento que un Ejército que dice defender la sociedad, esté matando jóvenes vulnerables de esa misma sociedad que dice defender. Pero la cosa de los falsos positivos viene de tiempo atrás, sino, pregunten a las ONGs que han venido haciendo un trabajo cuidadoso. Hay varios datos que permitieron avanzar en el esclarecimiento de los hechos: la posibilidad de comparar las bases de datos de medicina legal con los datos de denuncias por desaparición, cosa obvia pero que sólo hasta hace poco funciona relamente. Otro, el trabajo del personero de Socha. Tres, una alerta temprana de la Defensoría, considerada como tal por el SAT.

Pero creo que, como propio del gobierno, se usó la presencia de la alta comisionada para los DDHH, Sra. Pallay, para hacer la masiva destitución, cuando ya había un largo camino recorrido por las denuncias, muchas, sobre hechos de ese tipo.

La cuestión es que necesitamos Ejército y necesitamos más. Como necesitamos Policía. Sólo hasta este gobierno, pero como una tarea asumida por el anterior, por primera vez hay policía en todos los municipios... Me da gusto poder viajar ahora por las carreteras de Colombia, sólo nos falta poder andar por los caminos veredales del país. Así que hay que seguir vigilando que la fuerza pública haga bien las cosas.

Ahora, ya hay todavía más ojos puestos en estos temas relacionados con DDHH, así que creo que la situación mejorará. Lamento mucho las muertes de inocentes vulnerables de Soacha pero también de Medellín, Sahagún y demás muncicipios de donde fueron recogidos hombres jóvenes, algunas veces minusválidos, para hacerlos pasar por guerrilleros o miembros de bandas emergentes. Y eso que no se habla de los desmovilizados, porque a nadie le interesan.

Esperemos a ver qué pasa en los batallones Meta, Casanare, Córdoba y Sucre...