En días anteriores visité Honda, Tolima. Al atravesar la carretera desde Bogotá, no deja de impresionar el ser ya habituales testigos del derrumbe monstruoso a la entrada de Villeta. La amplia carretera que viene por La Vega, se encuentra hace años interrumpida indefinidamente, obligando a todo viajero entrar al pueblo y seguir camino. Un vestigio más de los increíbles estudios de suelos, de la planeación y previsión que caracteriza a nuestro aparato institucional.
Tampoco deja de impresionar, cómo pese a no ser zona roja, en el sentido legal del término, en Honda la muerte ronda de cerca y es visitante frecuente en las conversaciones cotidianas. El caso de un joven en bicicleta, quien encontró la muerte tras soltarse de la tracto mula que le servía de agarre e impulso. La muerte violenta de dos sujetos, al parecer desmovilizados y dedicados al pago extorsivo del gota a gota. El robo de una buseta rumbo a La Dorada y el susto de los tenderos quienes pensaron de inmediato en la guerrilla ante los golpes en busca de auxilio en su ventana. Por aquí y por allá, por accidente o por mero destino.
Como el destino de un ladrón de solares. Luego de robar herramienta y poner de sobreaviso al afectado, se dio inicio a la cacería. La conclusión, al momento de establecer la denuncia frente a las autoridades policiales, fue la de “prepárese, ese vuelve”. Pues a armarse de valor y de changón, a poner señales y evitar el sueño. Ocho días y la señal dio la alarma, y en efecto volvió, como gato sigiloso tras su presa, con los tennis amarrados al hombro. La cacería estaba dada y el tiro certero en la espalda fue la estocada a la afrenta de violar la paz del hogar en las horas más profundas del sueño. “Cucho, me mató…me mató…cucho…” . Una vez arriba la policía, se realiza el dictamen, no sin antes reclamar por no haber hecho justicia con la propia mano.
-“Casallas…, usted por acá…Ese es una rata, un vicioso…la próxima vez haga bien el trabajo, don…”
Se arregló la cosa para evitar problemas, el ladrón se recupera en el hospital y se mantiene el temor frente a una nueva cacería.
Así operan la justicia y la seguridad.
Addenda: ¿Cómo convencer a un adolescente, criado en el limbo entre las labores del campo y los placeres de la vida citadina, de no contemplar las filas del ejército como una posibilidad de vida?
¿Cómo persuadir a un joven recién salido de la policía, quien prestó servicio en Miraflores, Guaviare, quien quiere retornar a la policía pese a la experiencia y los hostigamientos vividos?
1 comentario:
Las cosas no están tan bien, no veo posibilidades de recomendar mejor destino a algún joven sin mayores posibilidades económicas. La cuestión es sencilla, la simple salida militar al conflicto, es decir, que el ejército elimine a las farc no es garantía para la solución de nuestros problemas, cuando las reales causas del conflicto siguen intactas, o, como en nuestro caso, empeoran: La propiedad de la tierra está cada vez más concentrada, y los ejércitos narcotraficantes exconvivir, ex-auc, neo-aguilas negras o autodefensasgaitanistas, o el mote ridículo por el que quieran ser conocidas, no parecen estar debilitándose. El campo se proletariza porque los dueños son cada vez menos, y las posiblilidades de acceder a un pedazo de tierra es más difícil. Posiblidades de vida no hay, y menos cuando están en una zona rural como el Tolima, a menos que quiera ser policía, milico, o peor, pichón de aguila... No hay consejos que dar.
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