sábado, 26 de septiembre de 2009

Ojo colombiano en Nueva York

El colombiano que recién desembarca en Estados Unidos no puede dejar de pensar que ha llegado a un parque de diversiones gigante. En el aeropuerto de Atlanta, las terminales están conectadas por una especie de metro interno, añorado y planeado en Bogotá hasta la saciedad. Si un aeropuerto tiene metro y nuestra capital no, desde allí se pueden empezar a palpar las diferencias.

El oficial Hutchenson, moreno y de ojos aperezados, me dio la entrada al país en medio de un largo bostezo.




Ya en Nueva York, se siente uno en una Bogotá por millones. Millones de edificios, carros, metros, buses, casas y gente. Gente de todos los colores, las tendencias, las naciones. Esta Gran Manzana, compuesta por los cinco distritos (o boroughs en inglés) de Brooklyn, Queens, Manhattan, Bronx y Staten Island es escenario palpable de la tan mentada globalización.

Y en dicho escenario, por supuesto, no faltan los colombianos. Colombianos aquí y allá, varados y sobrados. Para empezar a existir en este sistema que no descansa, que abruma por el movimiento de todo, toca contar con una tarjeta débito o crédito, puertas plastificadas al mundo del consumo. Al abrir la cuenta de ahorros en el Citi Bank de la quinta avenida en Manhattan me entero que el manager es colombiano, un bogotano gordito y cachete colorado. En la universidad, una colombiana transmite amabilidad en la recepción a los estudiantes extranjeros. Poco a poco voy dándome cuenta que la mayoría de estudiantes latinoamericanos son colombianos. Lo que nosotros llamamos “rosca”, acá recibe el sofisticado nombre de networking y los colombianos no dejan de destacarse por su capacidad de echar pa´alante. ¿Qué será lo que tenemos?

Tampoco faltan los escenarios de polarización que se ven en Colombia. Los sectarismos y diferencias de los movimientos sociales. El discurso totalizador del gobierno. En Grand Central Station, estación de metro y tren, el gobierno colombiano ubicó la campaña “Colombia es Pasión”. Esculturas de los corazones, con una estética entre rococó y traquetó, tratan de destacar aquello que recuerdan los extranjeros que han visitado Colombia. Café y foto gratis con Juan Valdez. Todos los estereotipos que pueden ayudar a mejorar la “imagen” de Colombia, desde Gabo hasta Angela Patricia Janiot. “Se trata de cambiar el script”, “que no hayan más películas como el inicio del Señor y la Señora Smith, que afecten nuestra imagen”, nos explica Saúl, encargado de las alianzas estratégicas. Un voluntario paisa, quien confiesa que se levantó a punta de ser “dish washer”, reconoce que no está al tanto de los pormenores de la campaña, pero que siente que le permite “aportar un granito de arena a su país, ¿o es que ustedes se van a ir al monte? ¿Cuál es la alternativa?”








A pocas cuadras, unos pocos manifestantes se ubican afuera del lugar donde se reúne el presidente Alvaro Uribe. Un activista norteamericano explica que protesta por Uribe y el Tratado de Libre Comercio, que va a afectar la amazonía colombiana. Dentro de sus causas también están las acciones de la Chevron en el mundo. Lo acompañan un grupo reducido de colombianos, que apela a los ya improductivos argumentos de decir que Uribe es paramilitar, narcotraficante y que su asesor es primo de Pablo Escobar. Efectivamente hay mucho por qué protestar, tal vez faltan unos argumentos más sólidos para hacerlo.

Como colombiano en Nueva York lo que surgen son reflexiones sobre lo colombiano. Un ser que para bien o para mal se abre camino. Y un país preocupado por mejorar su imagen, indudablemente afectada no por arte de magia sino por la realidad. Entonces el debate, como se lo planteaba al voluntario paisa era: ¿imagen o realidad? ¿A qué le apostamos?

“Esa es la pregunta del millón”, fue su respuesta.