lunes, 23 de febrero de 2009

Hay, High o Jay festival: pura paja con buenas intenciones


Hay (en inglés): heno, paja.

Aún no existe acuerdo sobre su pronunciación en español. Por lo general se le llama Jay Festival, así, con una hache disfrazada de jota, del mismo modo en el sentido contrario. Se trata de un festival de artes y literatura, originado en Gales, en un pueblecito llamado Hay-on-Wye. Desde Gales, brincó a otros lugares, como sucedió con Cartagena desde el año 2006.

En el fondo se pueden rastrear las huellas de una iniciativa con buenas intenciones. Se invitan intelectuales, escritores, cineastas, periodistas y músicos, para que el público evidencie su existencia de carne y hueso, y se arriesgue a interactuar con ellos. Formar nuevos públicos, dicen, con precios accesibles. Se abren espacios similares en Riohacha, de la mano del brazo benefactor de El Cerrejón y algunos de los presentes, extienden su presencia en el Carnaval de las Artes en Barranquilla o en escenarios de Bogotá, como sucedió con Salman Rushdie y el grupo musical Asian Dub Foundation. Todo eso permite que el país sirva como escala de eventos, personalidades, conciertos y flashes.

Sin embargo, el festival no logra zafarse de un tufillo de trivialidad, elitismo, anecdotismo y frivolidad. Pese a esfuerzos por hacer actividades en los sectores marginados de la ciudad heroica, el festival no deja de ser un evento. Uno más, que corrobora la conversión de la ciudad amurallada en un centro de convenciones. Ideal para reinados de belleza tanto como para encuentros binacionales. Lo de heroica permanece por la persistencia de sus habitantes, sometidos a una ciudad bien desigual y sometida a la voracidad, para bien o para mal, del turismo y sus matices.

Es entendible que el evento busque no ser riguroso, ni académico. Otra cosa es rayar en lo trivial. Tristemente, el balance final puede tan solo redundar en replicar una anécdota ajena. Ajena, pero de un intelectual. Vaya consuelo. El festival no debe perder su intención formativa y de apertura, de verdadera apertura en cuanto a invitados y asistentes. Sobre los eventos en Riohacha se comentaba que eran los mismos en las mismas, ensalzados con el invitado de turno. Tal vez, el Festival debería concentrarse en una sola temática, para no pecar por abordarlo todo y a la vez dejar nada. Como cuando se anuncian documentales que no se presentan y en su lugar se brinda un conversatorio sobre la pieza que no se exhibe, como sucedió con Barbet Schroeder y su documental El Abogador del Terror. 

Lo que quedan son anécdotas, fotos con famosos, carcajadas pasajeras, intelectuales convertidos en figuras faranduleras, que agotan boletas por sus shows centrales: Rushdie, Monsiváis y Vallejo. La reventa de entradas y el rebusque que trae consigo el evento. En la fila, un autor de Córdoba  promociona su más reciente obra. Rebusque literario. También quedan referencias de nuevos autores y libros, autografiados, como no, dada la coincidencial ubicación del puesto de venta de la Librería Nacional, que también coincidencialmente cuenta con las obras de los conferencistas.

Queda la sensación de haber pagado por escuchar pura paja y una que otra idea interesante. Algunos afortunados recibieron a la entrada el extraño detalle de un patrocinador: un sobre de sopa en polvo, cortesía de pastas La Muñeca. Queda la sensación de guardar anécdotas o máximas ajenas. Bien tenía razón el auténtico Juan Villoro, quien produjo risas de auto burla al afirmar que “La gente no soporta a los charlatanes pero siempre los escucha”.

La ñapa:

Una anécdota para no ir en contravía del espíritu del Hay Festival. En el Quiebra Canto cartagenero, escampadero habitual de la rumba literaria, recibo una curiosa propuesta. El prototipo del gringo cuarentón, bronceado y rubio, me reta a un pulso. “¿Igual vas a ganar?”, replico y me escabullo. Facilito la concurrencia de otro contendor, se miden la fuerza de la mano derecha (gana el gringo) y de la izquierda (gana el chileno). ¿Señales de la política mundial? No lo sé. Tras el conciliador empate, el gringo confiesa la necesidad de liberar ansiedad física, su mente se encuentra invadida de polvo blanco colombiano. De ahí la extraña propuesta de un pulso por parte de un turista, gringo y embalado en Cartagena. Un matiz del turismo cartagenero. ¿Aceptarían su reto?

Caricatura tomada de: El Universal, Cartagena, febrero 3, 2009. 


  

1 comentario:

.......... dijo...

Infortunadamente lo que quedan son anécdotas. Los escritores con más experiencia alcanzan a dejar frases inteligentes y divertidas como esa y otras de Villoro. Otros ni siquiera recuerdan bien las investigaciones que sirvieron de material para sus libros. Otros reniegan de ellas tal vez con el único ánimo de llevar la contraria y hacer más emocionante una charla pública que de todas formas resultaba por momentos aburrida. Otros, inexpertos y prepotentes, confiesan haber mentido para (como ahora quiere hacer Uribito) pretender averiguar "cómo viven los pobres" y lograr unas páginas en una revista tan superficial y farandulera como el festival. Otros que rebosan carisma, buscan legitimidad dando cuenta del riesgo de las irresponsables aventuras a las que se exponen voluntariamente para lograr una crónica, o cuentan con morbo cómo sus familias se vieron expuestas en medio de su oficio. Así que, aun sin haber asistido a las charlas de las figuras centrales, queda uno curado de asistir a un festival como ese en el que lo único que se puede rescatar es el concierto de Asian Dub Foundation. Por eso, después de haber escuchado atentamente a tanto charlatán, lo único que queda es cuestionar ese tipo de oficios, no puede uno alejarse de su propia experiencia y pensar en los que "investigan" diciendo mentiras, los que legitiman su experiencia "investigativa" exponiéndose absurdamente a cualquier tipo de riesgo. Prepotentes ellos, que publican en medios masivos o a quienes les publican libros que se venden según lo farándulero que sea el autor. Pero no sólo ellos, sino tanto charlatan que tiene por odioso oficio la "investigación".