viernes, 13 de febrero de 2009

El fútbol palenquero: expresión de absoluta libertad


San Basilio de Palenque suele ser sinónimo de Kid Pambelé, el campeón mundial de boxeo, cuya notoriedad facilitó la llegada de la luz eléctrica al lugar que lo vio nacer. Sus proezas y sus logros, no los borra ni el tiempo ni sus escándalos producto de la bruma del exceso que trae de la noche a la mañana el buen vivir. Recientemente se construyó un coliseo en el colegio, con el objeto de promover nuevos talentos y éxitos como fueron en su momento los de Kid Pambelé y los hermanos Cardona.

Aun se ven niños que practican golpes y defensas al caminar. De madrugada es posible observar un joven aplicado, que lanza golpes de suerte al destino, mientras los gallos apenas inician los cantos de un nuevo día. Se conocen personajes que refieren sus experiencias en el ring y lamentan que lo único a lo que se le pone atención es al fútbol. Como en todo el país.

De manera religiosa, a eso de las cinco de la tarde, se observan hombres que caminan con zapatos en la mano. El trabajo en el monte de la mañana y el abrumador calor del medio día, tienen su recompensa en la tarde de fútbol en el campo de fútbol. La cancha, se encuentra vecina al cementerio y recientemente empieza a estar rodeada por casas de bahareque llamadas “la invasión”. Efectivamente no hay gramado. Se trata de un polvero irregular, con dos arcos en los extremos, cuyas líneas laterales son por un lado una cerca de púas y por otro un barranco. El balón rebota ante los designios caprichosos de las grietas de barro.

Allí se dan cita todas las tardes personajes variados, tanto así como sus apodos. El Gusano, Kin, Nene, Niño, Masacre, Palomo, Joao, organizados en equipos ancestralmente establecidos. Unos juegan descalzos, otros con un pie en un guayo y el otro a pata pelada, algunos otros calzados. Un forastero como yo, foco de miradas curiosas y apelativos diversos, que van desde lo argentino hasta lo cachaco, puede ser bautizado desde el genérico parce, hasta el reciente Sherman o el insólito remoquete de Copérnico.

A falta de un árbitro se cuentan con 22 referees, más los suplentes y espectadores ocasionales. No se pita una sola falta, tan solo las manos. Las jugadas de penales son resueltas con la salomónica decisión de decretar un tiro de esquina. El primer equipo en recibir gol se encuentra condenado a jugar sin camiseta, hecho que evidentemente facilita la distinción entre el equipo rival y el propio. Siluetas negras y fibrosas, corren tras un balón, olvidando todo y venciendo el polvo. 

El sol empieza a caer agónicamente, un atardecer digno de una foto, pero el ritmo de juego no lo permite. Los partidos suelen terminar apretados y el equipo acosado, empieza a decir que ya no se ve. La luz se esconde, el partido fenece y los alegatos irrumpen. Gritos, reclamos y puyas, que agonizan mientras cada quien camina junto, para pronto partir caminos rumbo al baño.

El fútbol palenquero es la expresión misma de absoluta libertad. Expresión de la esencia misma del pueblo palenquero, eternizado con la frase de ser “el primer pueblo libre de América”, gracias a la huida y emancipación del negro cimarrón Benkos (Domingo) Biohó. Así como el fútbol palenquero no requiere de un árbitro, el pueblo no necesita ni cuenta con un puesto de policía. Un ejemplo de libertad absoluta, que para mis tobillos, brazos y piernas en ocasiones resultó algo extremo.

nicolas08@gmail.com

 

 

 

No hay comentarios: