Hay (en inglés): heno, paja.
Aún no existe acuerdo sobre su pronunciación en español. Por lo general se le llama Jay Festival, así, con una hache disfrazada de jota, del mismo modo en el sentido contrario. Se trata de un festival de artes y literatura, originado en Gales, en un pueblecito llamado Hay-on-Wye. Desde Gales, brincó a otros lugares, como sucedió con Cartagena desde el año 2006.
Sin embargo, el festival no logra zafarse de un tufillo de trivialidad, elitismo, anecdotismo y frivolidad. Pese a esfuerzos por hacer actividades en los sectores marginados de la ciudad heroica, el festival no deja de ser un evento. Uno más, que corrobora la conversión de la ciudad amurallada en un centro de convenciones. Ideal para reinados de belleza tanto como para encuentros binacionales. Lo de heroica permanece por la persistencia de sus habitantes, sometidos a una ciudad bien desigual y sometida a la voracidad, para bien o para mal, del turismo y sus matices.
Es entendible que el evento busque no ser riguroso, ni académico. Otra cosa es rayar en lo trivial. Tristemente, el balance final puede tan solo redundar en replicar una anécdota ajena. Ajena, pero de un intelectual. Vaya consuelo. El festival no debe perder su intención formativa y de apertura, de verdadera apertura en cuanto a invitados y asistentes. Sobre los eventos en Riohacha se comentaba que eran los mismos en las mismas, ensalzados con el invitado de turno. Tal vez, el Festival debería concentrarse en una sola temática, para no pecar por abordarlo todo y a la vez dejar nada. Como cuando se anuncian documentales que no se presentan y en su lugar se brinda un conversatorio sobre la pieza que no se exhibe, como sucedió con Barbet Schroeder y su documental El Abogador del Terror.
Lo que quedan son anécdotas, fotos con famosos, carcajadas pasajeras, intelectuales convertidos en figuras faranduleras, que agotan boletas por sus shows centrales: Rushdie, Monsiváis y Vallejo. La reventa de entradas y el rebusque que trae consigo el evento. En la fila, un autor de Córdoba promociona su más reciente obra. Rebusque literario. También quedan referencias de nuevos autores y libros, autografiados, como no, dada la coincidencial ubicación del puesto de venta de la Librería Nacional, que también coincidencialmente cuenta con las obras de los conferencistas.
Queda la sensación de haber pagado por escuchar pura paja y una que otra idea interesante. Algunos afortunados recibieron a la entrada el extraño detalle de un patrocinador: un sobre de sopa en polvo, cortesía de pastas La Muñeca. Queda la sensación de guardar anécdotas o máximas ajenas. Bien tenía razón el auténtico Juan Villoro, quien produjo risas de auto burla al afirmar que “La gente no soporta a los charlatanes pero siempre los escucha”.
La ñapa:
Una anécdota para no ir en contravía del espíritu del Hay Festival. En el Quiebra Canto cartagenero, escampadero habitual de la rumba literaria, recibo una curiosa propuesta. El prototipo del gringo cuarentón, bronceado y rubio, me reta a un pulso. “¿Igual vas a ganar?”, replico y me escabullo. Facilito la concurrencia de otro contendor, se miden la fuerza de la mano derecha (gana el gringo) y de la izquierda (gana el chileno). ¿Señales de la política mundial? No lo sé. Tras el conciliador empate, el gringo confiesa la necesidad de liberar ansiedad física, su mente se encuentra invadida de polvo blanco colombiano. De ahí la extraña propuesta de un pulso por parte de un turista, gringo y embalado en Cartagena. Un matiz del turismo cartagenero. ¿Aceptarían su reto?
Caricatura tomada de: El Universal, Cartagena, febrero 3, 2009.