pubertad. (Del lat. pubertas, -ātis). f. Primera fase de la adolescencia, en la cual se producen las modificaciones propias
Debo confesarlo. No es un tema fácil. Lo tengo atragantado desde el año pasado. Es difícil asumir que el tiempo pasa, los seres crecen y cambian. Entiendo a padres que temen por la salida del nido de sus hijos, seres autónomos a quienes se les ha seguido la pista desde la misma concepción.
Lolita crece. Físicamente su figura peluda se ha estirado, manteniendo un rostro que alegra y unos ojos que se esconden detrás de unos mechones desordenados. Hace tiempo ya, que se rebeló ante la dormida en su cama, antes confinada a un rincón al lado de la nevera. Ahora se pavonea por cuartos y sofás, camas, tapetes y baldosas refrescantes que le sirven de acomodo.
Su rutina ya no es la misma. Ha dejado de comer juiciosamente tres veces al día y ahora lo hace cuando su tiranía adolescente así lo determina, por lo general en las noches. Cosa nada rara en una púber. Al menos no contesta golpeado.
Nadie sigue siendo inocente tras sobrevivir a un diciembre. Lo absurdo y lo cotidiano se hacen evidentes. Y Lolita, cuya presencia implicó que como medida de precaución no se armara árbol de navidad, recibió su primer regalo. Cuidadosamente abrió su paquete y extrajo una jirafa de caucho.
-¿Qué haces Lolita?
Un meneo descontrolado en la pierna del tío, sorprende.
-¿Lolita?
Dos patas blancas, se menean rítmicamente. No suena ninguna champeta, es más, en el televisor se asoman sin cansancio capítulos de Los Simpsons, en una maratón contra el tedio del año viejo que resiste hasta último momento.
-¿¿¿Lolitaaaa???
Miradas de sorpresa e inquietud.
-¿Lolita? Eh… ¿es eso normal? Yo pensé que solo los perritos meneaban sus partes…
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