sábado, 10 de enero de 2009

Mata el alma y la envenena


 Vivimos en un mundo en el que nos han enseñado a creer en opuestos. En el bien y el mal, en el cielo y el infierno, en el amor y el odio, en lo negro y lo blanco. No se nos enseñó a amar sin ataduras, a hacerlo tan solo por la fortuna de conocer a ese otro, a esos otros. Por eso cuando amamos, exigimos, cuando odiamos, esperamos lo peor. Mejor sería no esperar nada, incluso, cuando se ama.

¿Qué decir frente al conflicto entre judíos y palestinos? ¿Es la arraigada costumbre de explicar todo a partir de opuestos la opción más clarificadora? Cuestión en suma delicada e incluso atrevida para un colombiano, de valores católicos poco reconocidos, pero en el fondo aceptados a regañadientes. Que los palestinos árabes habitan su territorio desde tiempos inmemoriales. Que los judíos, raza con tesón existencial y fervor religioso, capaz de sobreponerse a persecuciones por siempre y por muchos, tuvieron también su reino judío bajo David y Salomón. Que la situación actual es producto de la incapacidad de occidente por enfrentar el holocausto y por su costumbre poco sana de intervenir por doquier. Que los ingleses, luego de la ocupación en Palestina por 30 años y promesas de estados tanto a árabes como a judíos, se lavaron las manos y dejaron armado el chispero. Y que la situación fue heredada por unas Naciones Unidas recién creadas, que decidieron sin más ni más la división del territorio palestino en 1948. Uno judío y uno palestino, pero en la práctica un solo Estado, el de Israel.

La situación anterior, condimentada con fanatismos, armas y radicalismos, es el germen de la situación actual. El sionismo, de forma irónica y desfachatada, empieza a parecerse cada vez más a un nacionalsocialismo semita. El peligro que encarna siempre la creencia de ser un pueblo elegido. Históricamente, los judíos fueron perseguidos por romanos, cristianos cruzados y los tristemente célebres pogromos* en Europa. Por lo general cristianos, por lo general de occidente. Históricamente judíos y árabes tuvieron una relación amistosa, tolerante e incluso floreciente para unos y otros, como sucedió en la península Ibérica con los antepasados de los judíos sefardíes. Así que tenemos un conflicto televisivo en el oriente próximo (próximo a occidente) y producido en occidente. Una franja acosada, dividida y escenario de mutilaciones, justificadas bajo la imposible distinción entre lo militar y lo civil en un campo de refugiados. Israel tiene contra las cuerdas al pueblo palestino y a manera de un tanque de oxígeno, el radicalismo de Hamas se asoma como la única alternativa. ¿Morir luchando o vivir masacrado?

Así como no se nos enseñan las tonalidades grises que dividen al blanco y al negro, tampoco se no instruye en la tolerancia de quien nada espera. “O estás conmigo o estás contra mí”, hemos escuchado en boca de imbéciles imperiales y lacayos bananeros. La venganza. La venganza que invade y bombardea a ciegas por la (¿auto?) afrenta (¿inventada?) de tumbar unas torres gemelas, la venganza ciega y prepotente de la seguridad democrática contra todo lo que huela a terrorismo, la venganza de Israel por el llanto de sus muertos, la venganza árabe por los atropellos cometidos en Palestina. El derecho a la defensa justifica toda agresión, y así, el odio crece como una bola de nieve rumbo al abismo.

Decía de manera inocente el Chavo que “la venganza nunca es buena, mata el alma y la envenena”. Imagínense envenenar algo que ya está muerto. En esa senda de quien odia esperando lo peor, nos encontramos. ¿Será posible vivir sin esperar nada a cambio? ¿Es esa la tolerancia o será ese el amor verdadero?

*Pogromo o pogrom, “Matanza y robo de gente indefensa por una multitud enfurecida” (DRAE), por lo general asociado a la persecución contra el pueblo judío.

Nicolás Cárdenas Angel

nicolas08@gmail.com

Caricatura tomada de Bacteria, http://bacteriaopina.blogspot.com/

1 comentario:

Anónimo dijo...

seguramente por so se pelea por la franja, por ese límite que está entre el blanco y el negro y que noes lo uno ni lo otro; es simplemente esa línea que contiene toda la escal de grises, el territorio de lo relativo. La cosa es que el límite no es estrecho, solo se estrecha bajo la visión de uno u otro bando.