domingo, 28 de diciembre de 2008

Letargo decembrino o atolondramiento colectivo


“La piedra de diciembre es la turquesa y su flor, el narciso”.

Diciembre, en Wikipedia.

 ¿Cómo llamarlo? Es verdad que lo encierra en gran parte el consabido “feliz navidad y próspero año nuevo”. Pueblos del mundo, temporalizados en el calendario gregoriano, se rigen a través de siglos, años, meses y días, también cobijados bajo la expresión “por los siglos de los siglos”. Pueblos, quienes como el calendario, se hallan imbuidos en la religiosidad católica. Bajo ésta, al final de cada año, se conmemora el nacimiento del hijo de dios en la tierra y se celebra el cambio del ciclo anual. Allí, se experimenta, ¿cómo llamarlo?... un letargo decembrino o un atolondramiento navideño, la desaceleración del cierre de año.

Pues bien, existen distintas fases en este proceso de atolondramiento colectivo. Pasado el día de las brujas, aparece en escena un héroe cuyo poder radica en el saco de regalos que porta. Santa Claus, San Nicolás o Papá Noel, con su estómago henchido de gaseosa carbonatada, de barba y piel blanca como la nieve. Un santo mitificado comercialmente, quien ha logrado, sin marchas a favor o en contra, posicionarse en el lecho de nacimiento de Jesús. El niño dios, desplazado e incapaz de mutar en icono publicitario.

El calendario marca el inicio del último mes del año, diciembre. La ciudad se arropa con luces brillantes. Empieza la hipnosis rumbo al trueque navideño. El día de las velitas con agua de lluvia que es lo que hay. Los colegios en vacaciones y los centros comerciales en exámenes. Las  novenas que se rezan, que junto con el pesebre y los villancicos, son rezagos del fondo religioso del asunto. No me tocó ninguna novena en esta navidad, así que no sé si haya cambiado algo, si atraiga a los más jóvenes, si sea todavía el mecanismo más adecuado para celebrar en familia. Recuerdo que lo mejor era cuando se cantaba, ven ven.

La Navidad que se cierne sobre nosotros y ¡ay! de nosotros, aquellos quienes no contamos con la fortuna de compartirla con niños y niñas.  Esa, supongo, será otra navidad. También será la navidad angustiosa de los padres que buscan ser capaces de acomodarse en las ropas talla XXL de Santa. Navidades distintas, que en algo comparten el letargo del consumo inconciente, que proviene más del exterior, que de las ganas del dar por que nace dar.

Sin niños y sin pólvora es otro diciembre. La prohibición de la pólvora, dado los quemados cada diciembre, es evidencia de la incapacidad de celebrar. El fuego que quema o el fuego ritual que alegra. Eran diferentes aquellas navidades, con el cielo colmado de irresponsables voladores, pitos arbitrarios e inciertos globos. Ni siquiera chispitas.  

Y pasa la navidad y quién dijo miedo. Va como en contra de la corriente hacer algo por estos días. Los ojos que trabajan en estos días miran con desidia. El mundo parece detenerse un poco, se reacomodan los preparativos para la última celebración del año. Faltan cinco para las doce, abrazos y nuevo año.

Y por allá el seis de enero del nuevo año, llegarán los reyes magos con regalos al niño recién nacido. Pero no importa. Santa ya se encuentra descansando, bronceando su piel nórdica en alguna playa del caribe.

Imagen tomada de Bacteria, http://bacteriaopina.blogspot.com/

 

 

1 comentario:

Fer dijo...

"Y se acabó el año, no?..." en esta época decembrina es la frase que reemplaza las cotidianas acerca del clima: "va a llover", "que frío el de estos días", etc.

Luego enero viene con un toque de esperanza e inocencia, es el mes en el que todos comenzamos con planes inaplazables y decididos. pensando "este es al año de...", "ahora si voy a...", "no voy a volver a..." y que terminamos casi todos olvidando los propósitos y diciendo, "el año se está pasando volando".