martes, 14 de julio de 2009

De visita a San José del Guaviare


San José del Guaviare se encuentra en una de las curvas que trae consigo el curso del río Guaviare. Un vuelo comercial diario con Bogotá y otros tantos vuelos militares y fumigadores, surcan sus amplios cielos. Temprano muy temprano y con algo de retraso sale el pequeño avión, para 19 pasajeros, alquilado por SATENA a SEARCA, Servicios Aéreos de Capurganá. “Lo bueno de viajar en esto es que con seguridad a uno le toca ventana”, comenta uno de los pasajeros. A bordo se distinguen un sacerdote y un militar.

Llegamos caminando del aeropuerto al Hotel Panorama, cómodo lugar, con habitaciones con TV por cable, grata cama y baño. Lejos del imaginario del Guaviare como lugar de selva abundante que muchos solemos tener, abundantes potreros, concreto a lo ciudad colombiana y muchas motos. Aquello no deja de sorprender, evidenciar que Colombia se conoce tan pronto se sale de Bogotá, la Colombia de tierra caliente, no sólo la de los Andes. Y qué decir cuando se visitan los llamados Territorios Nacionales.

El clima se debate entre días de calor intenso o de lluvia continúa, un ambiente de incierta humedad. Los primeros pasos por San José permiten conocerla poco a poco, un lugar en construcción, de colonización reciente y población realmente diversa. Colonos, indígenas, afros, militares, policías y funcionarios estatales y de organismos internacionales, señalan un paisaje multicolor, destacado en el caso de la belleza femenina como un “mestizaje sabroso”.Y vaya que así es. La comida es diversa y también sabrosa.

El Guaviare fue el escenario de la recientemente conmemorada y recontraconmemorada Operación Jaque, donde aparentemente la seguridad democrática logró el control sobre el norte del Guaviare y el sur del Meta. Para ello se emitieron diferentes documentales, así como el producido por el Ejército en todos los canales nacionales. La felicidad del general Montoya, hoy en el olvido luego de las denuncias por las ejecuciones extrajudiciales, parecía propia de la borrachera de la victoria. Junto con la yidis y la para política, entre otros y por saber, serán al parecer los amargos recuerdos del tiempo presente. Lo de mostrar, es lo que llaman la seguridad democrática, el fin del fin, el cual “será en Bogotá, y eso”, como manifestó uno de los tantos guaviarenses por adopción.

Y es que los cultivos de coca, el cambio en la estrategia de las FARC con el desdoblamientodel Frente 1 en el Frente 81 que ahora opera en Miraflores, el aumento del reclutamiento de menores, las fumigaciones y las minas antipersona, siguen a la orden del día. Sumados a un gobernador detenido por vínculos con Pedro Guerrero, alias Cuchillo, comandante paramilitar del Frente Héroes del Guaviare. Eso sí, militares y policías en esquinas, en ejercicio y en descanso.

En medio de todo, la población civil, colona e indígena, que padece una guerra donde la presencia estatal se camufla en el verde de los uniformes militares. Los indígenas, nukak, guayabero, sikuani y tucano, sometidos al desplazamiento, han encontrado refugio en resguardos próximos a los cascos urbanos. No siempre bajo las mejores condiciones, ni bajo un manejo acorde a su cultura, su lenguaje, sus necesidades. En ocasiones reciben la misma atención que la población desplazada. Y los cambios, con el conflicto, son inminentes. El nomadismo nukak, por ejemplo, no es enteramente aquel que buscaba acomodarse a los ciclos de la selva, sino el motivado por el dinero que trae consigo la ilegalidad de la coca. Los colonos felices, el sistema de endeude vigente y los nukak borrachos.

Con todo y pese a ello, el Guaviare es un lugar agradable, que respira aún la novedad de su colonización, poblada por gente amablemente noble. Epicentro no visto de la esencia misma de la seguridad democrática, la confrontación y la promesa del fin del fin. Con una nueva reelección, el fin o el comienzo, se asoman aun más difusos. Más aun para el Guaviare y para los nukak.

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