lunes, 29 de septiembre de 2008

¿Esperanza en Colombia?: Cansancio y alegría


esperanza. f. Estado del ánimo en el cual se nos presenta como posible lo que deseamos.

Luego de la terrible jornada futbolística de la eliminatoria, en la que el combinado colombiano perdió de local contra Uruguay, fue goleado por Chile y el seleccionador Jorge Luis Pinto fue removido de su cargo, me embargó la curiosidad, como tema de conversación, de indagar sobre qué suscita la esperanza del colombiano frente a su país. Prefiero país a patria, concepto uribizado en estos tiempos tan “seguros”, donde jóvenes desaparecen de su entorno para aparecer muertos lejos de casa.

Pues bien, me pregunto y les pregunto, como colombianos que somos, ¿qué les da esperanza de Colombia? Pues bien, era claro que luego de los resultados futbolísticos y de la posibilidad de nuevamente no ir al mundial, la selección ha dejado de ser fuente de esperanza. Pues bien, me di a la tarea de preguntar a amigos y gente cercana sobre esta cuestión.

Uno de ellos, acelerado y locuaz, manifestó que lo que le daba esperanza era el cansancio. El cansancio de ya no poder tocar más fondo, el cansancio de tanta aberración, de tan rampante corrupción. El cansancio frente a un Macondo desenfrenado donde ya es poco lo que conmueve e indigna. El cansancio frente a una realidad que ya parece superar cualquier limite frente a la más descabellada ficción, que se aleja de cualquier referente histórico antiguo o contemporáneo. El cansancio que da esperanza, ya que ante lo soportado y por soportar, el colombiano ha logrado cosechar resignación para continuar riendo de su tragedia.

Ahí encontré una respuesta, que es la otra cara de la moneda de la respuesta anterior. La alegría del colombiano. La alegría que le permite aguantar la carga de haber nacido en esta tierra diversa pero toda inmersa en un mismo sancocho que resiste a podrirse. La alegría que facilita las madrugadas rumbo a trabajos mal remunerados y que nada tienen que ver con la realización individual y colectiva. La alegría que permite que todo y nada pase.

Luego, al indagar con personas mayores, manifestaban que la esperanza provenía de las nuevas generaciones. Generaciones distintas a las de antes, generaciones conectadas con el mundo y concientes de su momento vital. Generaciones que cuestionan y se burlan…generaciones, que tristemente, buscan su lugar fuera de Colombia.

Siempre que indagué sobre este tema, apropiado para tema de emisora mañanera, me encontré con rostros en blanco, confundidos y estupefactos. Ojos que parpadeaban y revisaban el fuero interno de cada quien frente a su país. Recuerdos que caen en lugares en común, que no dejan de ser clichés –el café, Juan Valdéz, los paisajes, la diversidad, la música, la comida, el Pibe, Pambelé, etc.- frente a como nos hemos querido vender hacia fuera, dignos del DVD de Colombia es (¿Com?) Pasión.

Siendo crudo y remitiéndome a la definición de esperanza, como un estado de ánimo donde se nos presenta lo deseable como posible, hoy no me embargaría ninguna esperanza frente a Colombia. Deseo un país equitativo, justo y sin violencia. En el campo de lo posible solo veo un país desigual, injusto y corrupto, que no ha llegado al mínimo acuerdo de respetar la vida, por parte de todos aquellos actores mediocres, legales e ilegales, quienes ejercen su autoridad con las armas.

Muy en el fondo me da esperanza ver como la gente continúa pese a todo. El cansancio y la alegría, dos caras de una misma moneda, de un país que se resignó y se acostumbró a lo mejor y a lo peor. La frase “que los buenos somos más”, me trae un sabor rancio. ¿Bueno para qué? ¿Para aguantar? A usted, ¿qué le da esperanza de su país?

¡Deje sus comentarios! Al menos le da esperanza a quien escribe que alguien lee sus palabras.

Nicolás Cárdenas Angel

Septiembre 29, 2008

jueves, 18 de septiembre de 2008

Morbo mediático y resignado



Escribo mientras veo de reojo Flavor of Love, un programa de televisión de la cadena VH1, donde un rapero norteamericano, bajo y graciosamente feo, es el centro de disputa de mujeres ansiosas de fama y dinero. Realmente pendientes de Flav, más bien poco. Para conquistar su corazón, propósito del programa, pelean entre sí, hacen el show y se someten a pruebas y eliminaciones.

Increíble que nadie diga nada. Ni yo mismo, que me lo veo con un morbo resignado. ¿Qué habría que decir? Primero. Se trata de una fórmula usada para cantantes de rap, de rock, celebridades, que garantiza audiencia. Se repiten las temporadas y se pregunta uno, qué pasó con los ganadores anteriores, qué rayos piensan estas mujeres. Qué piensan, además, del dinero y la fama. Segundo. Estados Unidos. No sería en cualquier país que la sed de dinero se presta para que mediaticamente se explote de esta manera. El coloso del norte con su consumo adictivo, donde el dinero se vuelve medio y fin del discurrir cotidiano. Tercero. Ver como las mujeres que participan en el programa, cuando no están peleando, por lo general lloran juntas al haber perdido a alguno de sus padres, por los hijos que crían solas, por las difíciles condiciones económicas. Madres solteras, huérfanas, desempleadas que acuden a la humillación como camino al éxito. Sin embargo, pueden triunfar pese a perder, como New York, concursante eliminada en la primera temporada que sacó su propio programa, ahora con hombres patéticos que se arrastran tras sus senos. Discusión de género de lado y lado.

La fama es traicionera. Los concursantes se someten de inmediato al padecimiento de las cámaras que hacen las veces de paparazzi, brincándose las mieles del reconocimiento. Buscan el estrellato y se estrellan de inmediato. La porno-miseria que se vende y se produce donde la desigualdad se evidencia, donde existe la pobreza. Como en Estados Unidos, donde se vende a través de la lujuria de Hollywood. No juzgo a Flav. Hasta me cae simpático. Solo digo, ya que nadie dice. Y me aventuro a lanzar nombres de posibles candidatos en caso de ser adaptado el formato en Colombia: Diomedes Díaz, el hombre Caimán o Fonseca. Confieso que probablemente le echaría una ojeada.

Nicolás Cárdenas Angel

Septiembre 16, 2008